domingo, 25 de enero de 2009

La libertad de criticar por carlos coronel

Todo aquel que guste de la arquitectura, tiene nociones tanto del lenguaje utilizado, como del tiempo que puede aplicarse dentro de la historia a alguna construcción, espacio o teoría.
Pero, ¿qué sucede cuando dicha crítica viene de quien no esta necesariamente interesado en la arquitectura?; el término de tolerancia también es aplicable en la arquitectura, y al definir comúnmente a la arquitectura como subjetiva, todo lo que se diga, tanto por parte de novatos, expertos o no-arquitectos tiene valor.
Es difícil en estos tiempos dar validez a la crítica que un arquitecto pueda decir acerca de alguna obra realizada en algún lugar del planeta, en principio, por lo difícil de valorar algo que solo podemos ver a través de un medio impreso o virtual. Las imágenes son tomadas por ojos que quieren ver lo mejor de algún lugar o espacio. Las cámaras empleadas superan los defectos y pueden corregirlos, el tiempo varía, si un espacio público sólo opera de día, ¿porque admirarse con imágenes tomadas de noche?.
¿Qué otros aspectos influyen en un no-arquitecto cuando hace su crítica?, sí está en un momento de ocio buscará figuritas en los aplanados, errores en las juntas de materiales, la envoltura de un dulce en el piso inclusive. El humor que presenta el usuario es de prisa para ser atendido en un edificio público; todo color, forma, iluminación deja de existir, sólo la imagen se centra en la recepcionista o secretaria y la espera de que suene el teléfono para indicar que enseguida será atendido. ¿Dónde quedó la intención del arquitecto?.
Si hablamos ahora de escalas, pues el no-arquitecto, que vive en una casa catalogada como un gran diseño de un gran arquitecto, puede tener dos opciones, reconocer que su casa es el “traje invisible del rey” que solo los cultos ven, o realmente experimentar lo bueno y lo malo de su espacio y dar su opinión. La costumbre al espacio es una solución a olvidar los errores del arquitecto.
En otra escala, lo público implica movimiento constante, primero por la necesidad de pasar de un espacio a otro, como la constante inseguridad humana a sentirse observado o distraerse divagando. Los espacios públicos exteriores, que han sido marcados como arquitectura de paisaje; maneja mayor libertad, pero menor necesidad de soluciones arquitectónicas; ¿qué tan válido es emplear recetas que la misma naturaleza nos ofrece sin consultarla?, se sabe que el ruido del agua relaja, que un arbusto o árbol da sombra, oxigeno y serenidad o vitalidad, los colores de las flores son inigualables y la fauna que lo acompaña son sosiegos en cualquier momento.
La libertad de criticar debe ser con mentalidad infantil, porque está dotada de inocencia, seguridad y sin complicaciones. Me gusta o no me gusta, no importa si lo hizo alguien reconocido de un país que no conozco, o una empresa con un número de empleados que pueden caber en 5 vagones del metro. La ventaja del arquitecto o quien gusta de la arquitectura es que para decir que le gusta o no le gusta aplica más adjetivos y analogías, largos discursos que quieren ser poéticos y que al final, lo toleramos y sabemos que lo que diga puede ser distinto a lo que yo opine, total, es mi crítica y la de nadie mas.

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