jueves, 13 de febrero de 2014

a 10 a 10

por Carlos Coronel

Ha sido muy práctico el utilizar el sistema colectivo metro en la Ciudad de México, principalmente para transportare de mi hogar a mi trabajo que también es como mi segundo hogar. El horario, afortunadamente puedo ajustarlo a mis necesidades y por lo tanto no me veo en la necesidad de entrar a horas pico como si fuera sardina, aunque algunas veces si ha sido necesario por la tarde principalmente.

El comentario anterior es el preámbulo para hablar sobre el comercio ambulante que domina dicho sistema, no solo en el interior de los vagones, sino en todo el trayecto desde el torniquete hasta los andenes, e incluso en el exterior, haciendo mención al ya tradicional puesto de tortas con su legendario método de apisonar las milanesas con un refresco de coca-cola.

Es impresionante la cantidad de productos que se pueden encontrar, y peor aun es la cantidad de personas que si consumen dichos productos, aunque saben o se hacen de que no saben que el costo tan reducido es debido a que hay toda una cadena de corrupción y delincuencia que daña a la economía formal e incluso la seguridad de las personas.

Lo más cotidiano son los chicles, que lo mismo pueden ser vendidos por un pobre anciano que apenas puede caminar, o por gorilones (hombres y mujeres) que supuestamente son sordo mudos y que con su mochila al pecho depositan con energía el paquete de chicles en tu regazo, con una mirada que intimida.

Otros son los ingeniosos vendedores de DVD tanto de música como vídeos y películas de temporada, en cuya espalda cargan una gran bocina que aunque son los principales perjudicados auditivamente, la persona que queda detrás también debe recibir su carga guapachosa musical. En este caso si han surgido ya uno que otro usuario que les responde enérgicamente para que eviten colocar su música, pero tristemente es también una puerta a la violencia, ya que dichos ambulantes no están solos y juntos son un peligro inminente.

Hay más productos y los seguirá habiendo mientras existan los consumidores para ello, que podría investigarse a fondo y saber que son en su mayoría núcleos sociales que disfrutan realmente de consumir productos 'pirata' o de ocasión.

Dejando a un lado el tema económico y buscando algo positivo en lo cultural, se observa que la manera de vender los productos es bastante rutinaria en algunos casos y bastante ingeniosa en otros. Los tonos y las frases de 'a 10 a 10' o 'productos de importación trae para usted' o 'va probado va calado' varían tanto que sin querer uno puede llegar a su destino tratando de imitar dicho 'jingle'.

Al exterior de las estaciones, lo que he podido observar es que aunque son un daño urbano y económico los locales ambulantes y semi-fijos es que dan un rango de seguridad al transitar debido a que hay 'gente' en horas que si no existieran resultaría más peligroso transitar. Este punto creo que será motivo de un mayor desarrollo por lo que por el momento es solo un comentario ligero y al aire.

En fin, el concepto de 'mal necesario' se aplica en este caso, y lo que nos resta es buscar erradicar a los vendedores ambulantes aun a pesar de que en algún momento necesitemos de urgencia alguno de los productos que ofrecen, como la 'libretita con plumas' o 'pilas a 10'.

Hay que estar orgulloso de la 'cultura popular', pero hay que estar más orgullosos de buscar mejorar la calidad de vida de cada uno de sus habitantes aunque se deban cambiar 'hábitos' o 'usos y costumbres' que ya no son válidos en este siglo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario