por Carlos Coronel
Uno debe desarrollar la actividad que le apasione más, y es mejor cuando uno tiene las habilidades o conocimiento adecuado para lo mismo. Esto con el fin de poder sentir que la vida que uno tiene vale la pena y para buscar día a día el mejorar. Dejar huella si es posible.
Pero no todo depende de la voluntad o la pasión, al ser para de una comunidad y al estar condicionados a un entorno socio-económico-geográfico, el camino para lograr las metas o imponerse nuevos retos está condicionado y en ocasiones contaminado. Es por eso que uno no debe perder el rumbo, pero si debe adecuarse o adaptarse de la manera más rápida a los cambios para lograr desde lo básico hasta lo más complejo.
En el caso de la arquitectura, el oficio debe desarrollarse para cumplir las necesidades de espacio de un usuario o una comunidad, generando edificios seguros, confortables y estéticos, todo dentro de un costo justo y sano para la economía ya sea personal, regional, estatal o mundial.
Todo esto tiene su complicación más notoria cuando el perfil del cliente, que no siempre resulta ser el usuario, antepone sus necesidades económicas o personales antes que el bien del arquitecto, constructor o inclusive usuario. Presionando de diversas maneras para lograr un 'plus' sin darse cuenta que para ello debe condicionar, modificar o reducir servicios o productos.
La falta de cultura social, económica y por ende empresarial, hace de esto un círculo vicioso que hay que seguir ya que aunque uno podría suponer que puede retirarse a tiempo, otros por necesidad o planes alternos tiene que soportar lo más posible las condiciones impuestas y cambiantes del cliente.
Todo esto tiene por supuesto sus consecuencias en el corto, mediano y largo plazo, además de tener afectar somáticamente a miembros clave de todo el proceso, en específico... ...al arquitecto.
Es necesario romper el círculo vicioso y lograr mejorar todos los aspectos del proceso arquitectónico con el fin de mejorar a la sociedad.
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